Calderilla

En mi sombrero

versos de calderilla

mendigan ojos.

Tu mano

Sólo quiero tu mano agarrada a la mía,
a mi trémula mano
tan cansada y tan fría.

Para, asiéndome a ella, entre sábanas lívidas,
sujetarme a tu vida
y a mi agonía.

Solamente tu mano
en esta noche, enferma y silente,
de cielo apagado

para sentir dónde queda
la vida y adónde la muerte
me lleva.

El resto, eso que nunca nos roza,
es lo que quedará atrás, en el olvido,
porque es lo otro, lo que no nos importa.

Sólo quiero tu mano a la mía sujeta
para resumirme en lo nuestro,
en lo que es mi certeza.

Para sentirlo todo en tus ojos.
para sentirlo todo en mi miedo.
Para sentirlo todo

aunque, así, se alarguen dolor y despedida.
Para sentir el cómo
sigue, en mi tránsito, tu vida...

con mi recuerdo.

En tu naturaleza

Estoy
tan zambullido en tu
naturaleza
que ya no sé qué hay fuera
de tus caricias
suaves.

Tan,
tan sumergido que ahora
solo respiro
dentro de ellas como un
pez en su líquido
básico.

Y
tanto
me he zambullido entre ellas
que son, tus manos,
el río y la corriente
que me arrastra hacia
dentro.

Hacia muy dentro tuyo,
hacia muy dentro
mío;
hacia muy dentro de
lo que tú y yo
formamos
juntos.

Será de mí

No, no echaré
la culpa a nadie porque sé
que el día en que me iré:
será de mí.

Sí,
yo moriré al fin
y será de mí mismo.

Quizá será mi espíritu enfermizo
y frívolo, tantas veces de sí herido,
quien mudará mi carne en lágrimas.

O tal vez mis muchas palabras,
unas dichas y otras guardadas.
Ésas que no dije jamás,

y ésas que te dije de más
tras separarnos y ya no podré callar;
las que me suiciden, lento, por dentro.

Sí, moriré de errores y de arrepentimientos.
¿O será de mi tiempo, solamente mi tiempo,
que habrá pasado?

También quiero

Quiero besar
como un desconocido
te besaría.

Besarte con
besos nuevos y extraños
de labios nuevos.

Y

el embestirnos
con ganas renovadas
y primerizas.

Ese embestir,
precipitado y lego,
también lo quiero.

Y

acariciarnos,
después, con manos nuevas
en nuestros cuerpos.

que den caricias, 
temblorosas y torpes,
en nuestro sexo

y

en nuestra piel
fatigada y, tan húmeda
la una de la otra,

como nuestra alma:
¡cuán límpida, cuán virgen
y cuán licuada!

Sí,

esas caricias
que no saben qué buscan
pero averiguan

que, al repasar
los errores, encuentran
algún acierto.

Sí,

esas caricias,
esas caricias, sí,
también las quiero.

Vuelve el invierno

Vuelve el invierno.
¡Tus pies ya están tan fríos!
Mi piel tiembla.

Vuelve el invierno.
¡Tu corazón tan frío!
El mío tiembla.

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Winter is coming.
Your feet became so cold!
My skin is trembling.

Winter is coming.
Your heart became so cold!
My heart is trembling.

La mentira más bella

Quizá todo sea un embuste,
quizá es que no existen certezas
y solo vivimos mentiras.
Mas, si hay que elegir una entre ellas,
la del amor
es la más bella.